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"My secret world: the story of Sarah Records". Relato sobre el sello de Bristol

En el breve periodo de tiempo que va desde 1987 a 1995, Sarah Records lanzó 100 referencias, 100 discos de grupos autóctonos y foráneos pergeñados desde “la ciudad del anorak” por Clare Wadd, la jefaza y Matt Haynes, editor y segundo de abordo. Ambos venían de la manufacturación de los fanzines independientes “Kvatch” y “Are you scared to get happy”, publicaciones en las que convivían collages junto a imágenes y letras fotocopiadas a diferentes tamaños montadas entre ellas con información sobre las propuestas musicales de Clare y Matt. Además los fanzines venían acompañados de flexi discs (discos de vinilo de 7 pulgadas en ocasiones serigrafiados). Fueron los primeros pasos que darían estos apasionados de la música, que llegaron también a ser pareja sentimental, antes de crear su propia firma.

El mayor acierto de este documental dirigido por Lucy Dawkins en 2014 consiste en desglosar, prácticamente uno a uno, los grupos que formaron parte de Sarah Records durante sus años de actividad, desde The Sea Urchins y Another Sunny Day hasta The Brighter y The Field Mice (¿la banda más popular del sello?) pasando por Heavenly, enésimo pelaje musical de la inquieta y talentosa Amelia Fletcher. Aunque publicaciones musicales como New Musical Express o Melody Maker de gustos y recomendaciones más previsibles y convencionales, arremetieran con saña contra los grupos de Sarah, que ya se encargó de responder de forma epistolar a los ataques con más munición y gasolina en prosa, es indudable que en las propuestas del sello hubo variedad y talentos naturales que surcaron, destacando sobre ellas, por encima de las bandas marcadas por el obvio influjo de The Smiths. Lo supo ver el melómano y añorado presentador de la BBC John Peel, que apoyó las propuestas de Sarah y dio a conocer en su programa a la mayoría de los grupos del sello.

En 1995, los responsables de Sarah cerraban su actividad discográfica con un gran fiestón en Bristol en el que tocaron gran parte de los grupos implicados en la firma. Paralelamente, la relación sentimental entre los fundadores de Sarah Records también tocaba fondo. Hay un poso de amargura en la última parte del documental derivado de esta sucesión de fin de ciclos desde dentro del sello y, desde fuera, cuando algunos de los grupos de trayectoria no muy relevante se preguntan qué habría sido de sus carreras de haberse hospedado en otros sellos más ambiciosos. Difícil respuesta. Sí podemos certificar que esos grupos publicaron en una discográfica que trató con mimo y obsesión por el detalle los discos que lanzó. Que Clare Wadd y Matt Haynes destacaron como editores por su coherencia, que fueron inquietos y sensibles ante sonidos marginales, que de su trabajo y decisiones emana una actitud sin proclamas ni aspavientos de izquierdas y feminista, de hecho el nombre de “Sarah” es el de una persona inexistente que pretendía denunciar la ausencia de roles femeninos en la industria. Además, el peso en la firma y las propuestas de Clare eran mucho mayores que las de Matt, y que, definitivamente, sin Sarah Records no tendríamos ni shoegaze tal y como lo entendemos a día de hoy, ni Belle and Sebastian, ni el estilo musical de los grupos que anidaron en otros sellos hermanos posteriores como Elefant en España o Slumberland Records en EEUU. Meros ejemplos de lo que nos habríamos perdido en las últimas tres décadas sin el mecenazgo de Clare y de Matt.

José Martín S

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